Tantas veces, han sido tantas veces las que he sido testigo de situaciones que tal vez, hubiese querido evitar en su momento, pero que por alguna razón, estuve destinada a presenciar. Testigo de tanta dulzura y ácidez al mismo tiempo que hasta me enerva cuando recuerdo. La vida es una sola y cada segundo de tu vida gira entorno a diferentes personas, algunas extrañas, otras conocidas, pero tu vida se dirige hacia un único rumbo, que por más que lo evites siempre será te esperará ahi, sentado, no se moverá de tu camino final. Podría decir, también, que a pesar de estar rodeado(a) de diferentes personas cercanas y lejanas a ti, todos debemos de experimentar diferentes situaciones que nos ayudan a madurar como personas, a crecer y a rechazar por completo la mediocridad, el pesimismo. En realidad, de muchas personas no eligen el camino de la mejora, es porque no supieron valorar aquellas experiencias que te marcan; tal vez las tomaron como una derrota de la que nunca podrás levantarte y que siempre será parte de tu vida.
Muchas personas se encargan de evitar la muerte, otras, muy cercanas a ti o incluso a mi, se encargan de predicar su final avasallador; lo buscan todo el tiempo, pero a la vez lo evitan, porque justo en el momento en el que se encuentran muy cerca al final de su destino, se acobardan y deciden retirarse de aquella batalla cobarde e infantil.
La muerte no es un tema fácil de manejar, no es maniable como la felicidad, no es manipulable como la generosidad. La muerte tiende a ser impredecible y si quieres conseguirla jamás te dará la espalda, siempre estará dispuesta para ti. Es como la culpa, como el amar a alguien que no debes, como el amar incondicionalmente a un hijo o a un padre. Incontrolable.