Las personas están llenas de promesas, promesas que quedan sin poder dar un buen respiro, promesas enganosas y con poca credibilidad ante otros.
Así son muchos, así odiamos ser, prometer y no cumplir.
Es terrible cuando prometen algo y no lo cumplen, sientes que han ido por encima de tu confianza, tan por encima que logran perderla por completo.
Muchas personas son radicales, otras saben perdonar, yo soy de las que observo, me detengo a mirar el movimiento de sus labios y sus manos mientras habla, miro detenidamente su mirada, su cuerpo al expresar una verdad que a veces se ausenta o a veces se convierte en más firme. Pero suelo creer muy poco de algunas promesas que he escuchado, pues si, soy radical, me mienten, me decepcionan y se me va la flexibilidad, dramatizo mi ira y la hago pedazos con mis pensamientos negativos, absurdos para algunos, pero sensatos para mi.
Yo gozo, amo mi inseguridad, la amo mucho más de lo que la puedo odiar, pues creo que sé como conozco a las personas, como es que logro conocerlas y darme cuenta de cuanto sorprenden, cuanto se entorpecen y lastiman.
Debemos pensar mil veces antes de prometer tontas palabras sin un fin cierto.
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