sin tocarla, sin usarla.
Libertad que nos pertenece, pero que muchas veces no queremos mirar por miedo a equivocarnos,
por miedo a perder.
Nosotros mismos somos quienes encadenamos nuestras alas al suelo,
para no perder ese soporte de seguridad, sin arriesgarse a nada.
Quedándonos en un espacio seguro y firme creyendo que así nadie nos lastimará.
Y si evitas tanto que te lastimen?
El día que te sea imposible evitarlo _
que harás si la caída al hoyo no tendrá escape?
Debes caerte y levantarte más fuerte,
debes enfrentar y arriesgar.
Porque vivir con las alas encadenadas al piso no es vivir, no es libertad.